La exposición que anuncia el diplomático mexicano y residente en Colombia, Gilberto Owen (1904-1952) se realizó cuando el pintor colombiano Ignacio Gómez Jaramillo (1910–1970) regresó al país, en 1934, luego de permanecer cinco años en Europa. Siendo parte integral del ecléctico grupo mexicano Contemporáneos, Owen aportaba una visión crítica (antagonista incluso en el ámbito de su país) del muralismo.
Gómez Jaramillo fue, en la década de treinta, junto con Pedro Nel Gómez (1899–1984), uno de los muralistas destacados de la Colombia de ese período. Fue, incluso, el pintor que más se aproxima a Nel Gómez; si no por su estilo pictórico, al menos por la beligerancia empleada al orientar su búsqueda plástica y social.
Gómez Jaramillo inició estudios de arte en su natal Medellín. Se especializó en Madrid y vivió algunos años en París. Desde 1930 hasta el momento de su retorno a Colombia, pintó desnudos, bodegones, paisajes y retratos con los que fue afirmando la expresa voluntad de romper con el pasado. La exposición en Bogotá, con la presentación de Owen, sirvió de pretexto para atacar los preceptos en boga, dando pie para organizar una serie de conferencias que convirtieron la muestra en un acontecimiento cultural que registra el presente documento.
En 1934, la factura de los óleos expuestos rompía con el gusto generalizado (entre clásico y costumbrista) que aún imperaba, razón por la cual el texto de Owen destaca la discreción, la sobriedad y la pulcritud que Gómez Jaramillo gustaba practicar. El texto del mexicano se impregna del sentido pedagógico requerido en una etapa de ruptura, como la que experimentó Colombia a mediados de los años treinta.