En este extenso artículo, el escultor español Jorge de Oteiza examina las relaciones artísticas entre América y Europa, exhortando a los artistas americanos a no caer en el independentismo a ultranza ni renunciar a las influencias imprescindibles del arte europeo de la época. De inicio, de Oteiza anuncia su fe en el futuro y en la existencia de una nueva generación artística encargada de dar un vuelco radical a los derroteros del arte universal. A su juicio, la afirmación de que Europa está en decadencia no es más que un sofisma de distracción para desorientar a los noveles artistas latinoamericanos. Para mostrar lo anterior, recurre al ejemplo del cubismo: ningún arte del futuro, asegura él, podrá olvidar las lecciones que este movimiento les dio a los artistas del siglo XX. Acto seguido, el autor critica el “Manifiesto de los Independientes” producido en Colombia, donde Pedro Nel Gómez y otros artistas locales declaraban su intención de separarse definitivamente de Europa. Aunque cree que es preciso buscar un nuevo lenguaje, de Oteiza está en desacuerdo con que esa búsqueda parta desde cero. Para ilustrar su punto de vista, recuerda las influencias que el Cubismo y Paul Gauguin tuvieron en la obra de los muralistas mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Los artistas modernos, no importa de dónde provengan, deben tener en cuenta las revoluciones emprendidas por Vincent van Gogh, Pablo Picasso y el propio Gauguin. El articulista opina que los artistas americanos no podrían cumplir el papel de su generación si desconocieran las transformaciones del concepto de “espacio” y de “tiempo” operadas por dichos maestros. En conclusión, el español sostiene que es imposible el surgimiento de un arte americano independiente de Europa, pues el arte del futuro demanda un esfuerzo conjunto más pendiente de su propia evolución que de las fronteras geográficas y culturales.