Alfonso López Pumarejo (1886–1959) fue miembro del partido liberal colombiano y representante de su ala más progresista. En general, los historiadores han catalogado su administración como la más avanzada que tuvo Colombia en todo el siglo XX. Sus aportes son notables ya que legalizó y fomentó la formación de centrales obreras; intentó un nuevo régimen de distribución de tierras; introdujo una reforma educativa que disminuyó el índice de analfabetismo. Fueron, todas ellas, medidas que tropezaron con la férrea oposición de los conservadores, de la Iglesia y de los sectores tradicionales de su propio partido; oposición que a la larga afectó, en el ámbito artístico, la visión que entonces se tuvo del muralismo y de los muralistas.
Bajo su primer mandato gubernamental (1934?38) se estimuló, como en México, la pintura mural en edificios públicos. Los ejemplos más notables son los frescos que el pintor colombiano Pedro Nel Gómez (1899–1984) realizó en la Alcaldía de Medellín, entre 1935 y 1937, así como también los que pintó Ignacio Gómez Jaramillo (1910–1970) en el Capitolio Nacional de Colombia (Bogotá, 1938).
Posteriormente, López Pumarejo reconoció que México hacía “esfuerzos extraordinarios por incorporar el pueblo a la vida nacional” (“El doctor López concede su primera entrevista en Medellín”, El Espectador, 30 de julio de 1934, p. 2). Esta idea, la de incorporar al pueblo, implicaba su liberación; tema que López Pumarejo mencionó en otro discurso al explicar cómo la Revolución Mexicana tuvo que destruir las barreras intelectuales que las oligarquías feudales establecieron entre ellas y el pueblo (“Discurso del doctor López”, El Tiempo, 7 de julio de 1934, p. 2).