En opinión del escritor, poeta, dramaturgo y ensayista colombiano Jorge Zalamea (1905?1969), el más logrado pintor de su generación fue Ignacio Gómez Jaramillo (1910–1970), cuya obra explica y elogia sin reservas en este texto. El aprecio de Zalamea por la obra de Gómez Jaramillo es algo excepcional, si se tiene en cuenta que, como crítico, fue incisivo y poco dado a complacencias. Eso opera, incluso, en el caso de pintores y escultores jóvenes que trabajaban dentro del ideal modernista que él se esforzaba en estimular.
Zalamea fue uno de los más brillantes críticos de arte de ese entonces. Analizó la propuesta estética de artistas colombianos de su generación, tales como el propio Gómez Jaramillo, Sergio Trujillo Magnenat (1) (1911?1999), Pedro Nel Gómez (1899–1984), Gonzalo Ariza (1912–1995), Ramón Barba (1894–1964), Carlos Reyes, Josefina Albarracín (2) (1910?1997), José Domingo Rodríguez (1895?1968) y Luis Alberto Acuña (1904?1984), en textos que compiló en el libro Nueve Artistas Colombianos (1941). El título del presente documento “Clasicismo, romanticismo y academicismo” hace parte de este libro; trátase de una referencia bibliográfica de consulta obligatoria para el estudio del período en cuestión.
En el ensayo publicado en la revista Pan, Zalamea aparece acompañado de un retrato (a pluma y tinta china) realizado por Gómez Jaramillo y por una fotografía de este último en su estudio. Bajo la administración del presidente Alfonso López Pumarejo (1886–1959), Zalamea fue nombrado Ministro de Educación y, más tarde, Secretario General de la Presidencia de la República. En los años cuarenta, Zalamea se desempeñó como diplomático de Colombia en la Ciudad de México. En 1965, ganó el premio de ensayo Casa de las Américas de La Habana con el texto La poesía ignorada y olvidada (1966).