Este artículo es el único escrito por el poeta Jorge Gaitán Durán (1924–1962) sobre la obra de Feliza Bursztyn (1933–1982). Su importancia radica en el conocimiento del autor sobre la escultora; habían viajado juntos a París donde ella estudió escultura en la academia de la Grande Chaumière, con el escultor ruso Ossip Zadkine (1890–1967) aproximadamente entre 1954 y 1958. Allí, Bursztyn conoció al escultor suizo Alberto Giacometti (1901–1966) y, posteriormente, en 1960, aprendió el manejo de la soldadura y la chatarra de hierro con el escultor vinculado al nouveau réalisme francés, César Baldaccini (1921–1998). Un nuevo horizonte se le abría después de ver negada, en Colombia, la posibilidad de trabajar la escultura por medio de la fundición.
Una declaración de Bursztyn, publicada en una entrevista póstuma, trae a colación la influencia del poeta Gaitán Durán en su vida. Confiesa: “Tú sabes, si yo soy escultora, lo soy gracias a Jorge. Uno nunca hace nada por nadie. Las cosas siempre están hechas. Mi matrimonio iba mal, yo estaba harta y me quería separar. Un día conocí a Jorge, en “El Excélsior”, un café que era un túnel donde se metían 200 personas, una encima de la otra. Me invitó a comer; le dije que sí, y zass… ¡A la semana siguiente ya estábamos viviendo juntos! Él podía hacer 18 cosas al [mismo] tiempo; tenía una capacidad de trabajo rarísima. Eso me sirvió mucho para hacer esculturas, que es un trabajo de burros”. (“Entrevista trunca con Feliza Bursztyn”, Juan Gustavo Cobo Borda. Cromos, Bogotá, 8 de marzo de 1983).