Este es el segundo artículo escrito por el crítico e historiador vienés Walter Engel (1908–2005) sobre la obra de la escultora colombiana de origen polaco Feliza Bursztyn (1933–1982) donde revela un cambio de opinión respecto de la artista. La diferencia es notable desde el título “La Poesía de la Chatarra”, con lo cual el crítico pone en evidencia que hay una interpretación poética del material, una transformación del material, un proceso de pensamiento y una acción contundente que permite evaluar las esculturas como un acierto. Situación diametralmente diferente de las anteriores con obras exhibidas en 1961 en la galería El Callejón.
Con la palabra poesía, Engel aparta las afirmaciones que se hacían en la época sobre las esculturas de chatarra, declarándolas como pobres subsidiarias del Pop norteamericano porque, en su mayoría, estaban hechas con partes de automóviles. Al contrario, en esta exposición (de 1964 en el Museo de Arte Moderno de Bogotá) la artista opera con latas de Nescafé. Los críticos de Bursztyn argumentaban que no tenía sentido hacer Arte Pop en un país como Colombia donde no existía una sociedad de consumo ni, menos aún, de grandes masas. Algunos críticos incluso, veían en ellas evocadas las latas de sopa Campbell de Andy Warhol (1928–1987); no obstante, Bursztyn utilizó el material (latas de Nescafé) porque era lo único que tenía a su alcance, pues no tenía dinero para comprar la chatarra. Casualmente, en la casa del arquitecto colombiano Rogelio Salmona (1927–2007) encontró un cuarto lleno de esas latas que Feliza usó para las esculturas de la muestra reseñada. Según subraya Engel, se procesa ahora un cambio, una transformación del material y no la simple presencia de los objetos trasladados de un mercado a una sala de museo.