La versión XXXIII del Salón de Artistas Nacionales (1990) de Colombia celebró el aniversario número cincuenta del Salón. En el texto introductorio del catálogo que acompaña este evento, Liliana Bonilla Otoya, directora de Colcultura en 1990, expresa en un fragmento: “Hemos querido conmemorar así los 50 años de nacimiento de los Salones Nacionales, para que podamos hacernos una idea real del desarrollo de la plástica, y elaborar sobre esta base un diagnóstico de sus logros, sus posibles defectos y su vigorosa proyección hacía el futuro”.
La realización del Salón Nacional de Artistas en 1990 significó la oportunidad de observar y revisar el trabajo realizado por artistas colombianos en formación; aunque también el de aquellos que, habiéndose consolidado, daban cuenta con sus producciones del lugar que ocupaban en el mundo de las artes. El encuentro de varias generaciones resultó interesante para quienes tenían un conocimiento de la dinámica local; sin embargo, González enfatiza la desproporción de las asociaciones a partir de las cuales se montó la muestra ya que, a su juicio, no correspondían a la naturaleza de la producción actual.
González enuncia las participaciones más representativas (artistas y obras), al mismo tiempo que dinamiza y entabla el diálogo entre lo “micro” y “lo macro” del Salón; es decir, el contexto nacional y los referentes internacionales que abrieron paso a interpretaciones y apropiaciones de técnicas y lenguajes. La década de los ochenta había significado, de alguna manera, una transición; un espacio de experimentación donde tuvo lugar privilegiado el riesgo. Por lo mismo, el Salón de 1990 brindó elementos de juicio para comprender, según lo manifiesta González, “que las revoluciones no son contundentes de entrada”; implican un tiempo para declararse como tales.
Los ganadores en esta oportunidad fueron María Teresa Hincapié (1954–2008) —primer premio— con su performance Una cosa es una cosa, donde la artista sacaba una cantidad de objetos de una vieja maleta de viaje para luego organizarlos en un espacio rectangular: objetos decorativos, alimentos y ropa, eran desempacados y empacados sin cesar; Consuelo Gómez (nac. 1955) con la escultura Guatavita; Rafael Echeverri (nac. 1956) con un acrílico sobre tela Sin título y Alberto Sojo con un óleo sobre tela Sin título.