En junio de 1925 comenzó a circular, en la ciudad de Bogotá, la revista de Los Nuevos integrada por un grupo de escritores cuyos temas de interés eran la política, los asuntos sociales, la crítica, el arte y la literatura. Pese a la corta duración de la publicación, sus miembros se destacarían luego en distintas áreas de la cultura nacional. El crítico Carlos Arturo Tapias Sánchez fue uno de sus integrantes y la entrevista recoge varias de las preocupaciones que se ventilaban en torno al arte.
Torna visible la oposición existente entre un arte que se guiaba por modelos decimonónicos —muy alejados de la realidad— y los escasos intentos habidos por romper con esos moldes para abrirse a la búsqueda de “lo propio”. El tema del indigenismo surge como preocupación básica, una vez que el estar pendiente de lo que viene de afuera (de lo transplantado) impide rescatar los elementos de pertenencia, siendo que el pasado indígena era uno de ellos. Por eso ve a la obra de la mayoría de sus contemporáneos como simples imitaciones de modelos ajenos; incluso en el tratamiento del paisaje local. Vuelve a insistirse en la necesidad de no mirar sólo viejos modelos y, por el contrario, aprender a reconocer el valor de los motivos ornamentales: los vasos y las joyas indígenas, trayendo estos diseños a la sensibilidad moderna. Recursos a los que han recurrido México y Perú, reconociéndole al primero la capacidad de irradiar sus propuestas artísticas a los mismos centros europeos.
A diferencia de otros análisis acerca de la situación de los artistas, el autor los critica sugiriendo que, la falta de estudio, las rivalidades y las actitudes mezquinas, influyen en los resultados económicos. A su juicio, el artista y su obra cumplen un rol central tanto en la orientación como en la formación del público.