El resurgimiento en el campo del arte de la obra de Pedro Manrique Figueroa (1929–81) es posible gracias al trabajo de tres artistas colombianos contemporáneos: Bernardo Ortiz (nac. 1972), François Bucher (nac. 1972) y Lucas Ospina (nac. 1971), quienes presentan su hallazgo en la revista de arte Valdez (1996). Según ellos, la figura de este artista olvidado sería la precursora en Colombia del collage o los “pegotes” (“mote cariñoso con que Manrique se refería a sus obras”). El título del texto aquí reseñado atribuye con elocuencia este hecho. Ficción o realidad, lo cierto es que los escenarios, oficios y pormenores que rodean su vida se circunscriben en imaginarios propios de la historia del país (entre 1943 y 1981); esto es, la influencia de la política comunista y maoísta, amén de las distintas formas de asumir la militancia de izquierda en su relación con el arte; por otra parte, la injerencia de la religión en los asuntos cotidianos, así como los intríngulis del mundo del arte. Todos ellos están presentes en el tejido de la biografía del artista.
Este texto es significativo porque forma parte de una selección de documentos y eventos sobre Pedro Manrique que han despertado diversas polémicas, siendo inspiración para otras obras. Por un lado la Asociación de Críticos de Colombia, en 2004, solicitaba al artista Lucas Ospina desistir de la participación de las obras de Figueroa en una exhibición suya, argumentando que era propiedad intelectual de los críticos del país.
Además, Manrique ha sido protagonista de reseñas en prensa, revistas y documentales (como Un tigre de papel, 2007, del cineasta colombiano Luis Ospina); cortometraje que recibió el premio especial durante el Festival de Toulouse, Francia. En este documental, Ospina se vale de los creíbles testimonios de figuras como el historiador Arturo Alape (1938–2006), de los cineastas Jaime Osorio (1947–2006) y de Carlos Mayolo (1945–2007), además de los artistas Beatriz González (nac. 1938), de Umberto Giangrandi (nac. 1942), del poeta Jota Mario Arbeláez (nac. 1940), del escritor australiano Joe Broderick y de la actriz Vicky Hernández, entre muchos otros, para impregnar de realidad su ficción. La ficción y el acto narrativo alrededor de la figura ambigua de Pedro Manrique Figueroa potencian reflexiones sobre las circunstancias en que se construyen las versiones de la historia del país y, por ende, las del arte.