Este artículo es fuente privilegiada para reconstruir la polémica sobre el arte abstracto en Colombia, en los años sesenta, por dos razones principales. En primer lugar, propone un análisis del enfrentamiento entre abstractos y realistas nutrido de diversas voces y enfoques: opinan Enrique Grau y Luis Alberto Acuña, quienes habían incursionado en ambas tendencias, aunque también Gonzalo Ariza, quien había profundizado en la exploración del paisaje colombiano en términos realistas. Además, hubo la respuesta del crítico Eugenio Barney, en la época director de la Escuela de Bellas Artes. En este sentido, se podría afirmar que el texto intenta incorporar puntos de vista disímiles sobre un fenómeno estético particular que, en aquella época, era medular para todos los actores del campo artístico colombiano.
Por otro lado, es interesante ver cómo la mayoría de los encuestados, con excepción de Ariza, insiste en que la oposición entre abstracción y figuración ha sido superada y no supone ningún criterio para juzgar la calidad de las obras. Esto significa que, en Colombia, la discusión en torno al arte abstracto había alcanzado un nivel de análisis mayor que el de mero prejuicio; es decir, que se juzgaba la abstracción en términos históricos y sociales. Esto es evidente en las respuestas de Barney y de Acuña. El primero sitúa el arte abstracto en un marco socioeconómico; ya el segundo lo juzga como resultado de una evolución estética que sería posible rastrear en la historia. Esto es apenas natural, pues la encuesta fue publicada en 1962, cuando el arte abstracto ya había incursionado en países de América Latina hacía más de dos décadas; a su vez, Colombia ya contaba con artistas abstractos de renombre: Marco Ospina Restrepo (1912–1983) y Omar Rayo (1928?2010) (1).
El investigador interesado en esta polémica encontrará, en este texto fundamental, varias de las razones que permitieron al arte abstracto colombiano desarrollarse en los años sesenta. Y lo hace estableciendo canales de comunicación con el público que antes no existían por limitaciones en la difusión y el análisis de los procedimientos estéticos ajenos a la tradición.