La importancia de este artículo radica en que es un retrato fiel de la polémica generada por el monumento al presidente colombiano Alfonso López Pumarejo (1942–1945); primer proyecto para espacio público de la escultora Feliza Bursztyn (1933–1982). El monumento estaba planeado para ser construido en el campus de la Universidad Nacional de Colombia y no fue realizado por diferentes razones dentro de las cuales se encuentran: la falta de dinero, un discutido vicio en la adjudicación del proyecto y el escándalo por la falta estética que se estaba cometiendo en contra del personaje presidencial, ya que no era un busto verosímil sino una aglomeración de tubos en vertical de doce metros de alto por cinco de ancho.
En este artículo aparecen las declaraciones de defensa hechas por Marta Traba (1923–1983) (1) en donde plantea que la forma de la escultura cumple con la función monumental y conmemorativa requerida por una obra de esta naturaleza. Por otro lado, se dan los argumentos ampliamente citados de un profesor universitario que sale, lanza en ristre, contra la propuesta por ser abstracta y “accesible principalmente a una minoría snobista”. Hubo, incluso, señalamientos peyorativos en contra de Traba, siempre bien protegidos por la excusa de que el académico citado no domina el tema estético. No obstante, no tiene reparos para lanzar sus opiniones desbancando la escultura y citando declaraciones de artistas como Gonzalo Ariza (1912–1995) y Luis Alberto Acuña (1904–1984). De esta barahúnda no se salva nada y nadie, menos el monumento que se queda en el olvido entre la falta de dinero y el eclipse grotesco de una sociedad conservadora.