Este es un ejemplo de los desarrollos efectuados por las investigaciones de Mário Pedrosa en la década de los cuarenta en torno al conflicto entre subjetividad y objetividad; el autor se vale para su ensayo de las enseñanzas de la Gestalt (psicología de la forma) sobre la percepción estética. En el momento en que pone en destaque las formas depuradas del compromiso con una “comunicación directa”, Pedrosa rechaza la abstracción informal acusando a esta corriente de sacrificar “la distancia psíquica” entre espectador y autor, en nombre de un hedonismo explícito que es responsable por hacer de la obra “una persona individualizada”, que sólo es capaz de proyectar sus angustias sentimentaloides y sus neurosis de la vida privada.
Entre otras “contingencias” del tachismo, Pedrosa cita la repetición de gestos, de formas o anti formas y la tendencia caligráfica del abstraccionismo informal que, a su juicio, “peca por la gratuidad de sus pretensiones”. A la rapidez automática y mecánica de los tachistas (en sus realizaciones pictóricas), el crítico contrapone el instinto de trazo desplegado por Raphael —un interno del Centro Psiquiátrico Nacional en el Engenho de Dentro (Río de Janeiro)—. Debido al exceso de elementos y motivos gráficos, así como al “virtuosismo sin un contacto violento con la materia”, en consideración de Pedrosa los tachistas “carecen de auténtica vitalidad”. Es la “excentricidad la que los sobrepasa”, concluye el autor [véase, además, en el archivo digital ICAA el ensayo del propio autor “Do ‘informal’ e seus equívocos” (doc. no. 1085759)].