La profesora Amelia Malagamba estudia en este documento la manera en que los íconos y símbolos afro-mexicanos, junto con los asuntos sociopolíticos de la comunidad afroamericana, fueron transformados en lo que denomina “capital cultural”. Según la autora, dicho “capital cultural” fue empleado por los artistas chicanos deseosos de expresar una estética chicana, específicamente centrada en la adopción conjunta de tradición e innovación. Malagamba detalla los inicios de la esclavitud africana que llevó por primera vez a personas de raza negra a México, seguido de una discusión sobre las cambiantes ideologías de las élites durante la dictadura de Porfirio Díaz (1876-1910), la cual favorecía a la población mexicana de ascendencia europea. Mientras tanto, entre los ciudadanos comunes y de piel más oscura, aumentó la popularidad de los grabados de José Guadalupe Posada donde se expresaba una estética de protesta y de subversión, denunciándose, así, la corrupción de las clases altas y del gobierno. A su juicio, muchos de los grabados de Posada mostraban a revolucionarios afro-mexicanos, trayendo a la luz su capital presencia en los sucesos de la Revolución. Malagamba comenta tanto el período posterior a la Revolución como el desarrollo de lo que denomina como “nuevo lenguaje estético mexicanista”, en el cual se reflejaban los ideales del movimiento armado. Finalmente, pasa a debatir sobre las formas en que estos y otros aspectos de la cultura mexicana fueron llevados por emigrantes a los Estados Unidos, los cuales forman parte del lenguaje plástico de los artistas chicanos en busca de nuevo vocabulario para expresar sus propias luchas y conflictos.