De este documento se destacan dos aspectos de interés: el medio de comunicación donde se publicó y la pintura comentada. Este artículo lo escribió la artista colombiana Teresa Tejada (nac. 1928) cuando ejercía como diseñadora arquitectónica y asistía al curso sobre arte moderno que dictaba Marta Traba (1923–1983) en la Universidad de América (Bogotá, 1957). En el meollo de esta experiencia pedagógica surgió la revista Prisma, dirigida por la crítica de arte argentina, quien discutía con sus alumnos tanto temáticas como artículos a divulgar. El arte religioso moderno fue la temática escogida para todo el número en el que se publica el artículo de Tejada; junto con otros artículos como los que abordaron la capilla de Vence (Francia), los vitrales de la Capilla de los Apóstoles (Bogotá) y los problemas del arte religioso moderno. La mencionada revista incursionó en la integración entre la arquitectura y las artes plásticas, la cual ya contaba con expresiones propias en diversos países latinoamericanos. A su vez, este ejemplar de la revista Prisma llamó la atención sobre la incorporación de nuevos recursos plásticos e iconográficos en el arte religioso, de muy larga tradición en el contexto colombiano.
El mural de 1956 concebido por el artista español radicado en Colombia, Juan Antonio Roda, fue realizado por encargo del empresario catalán José de Recasens. La obra planteó innovaciones pictóricas y, según los testimonios de Roda —recopilados por Martha Segura en el catálogo de la exposición retrospectiva del artista organizada por el Banco de la República en 1992—, algunas benefactoras de la iglesia rechazaron la pintura desde el momento mismo de su ejecución por considerar que “nunca se habían visto ángeles con alas de insectos y cuerpos de hombre”, o bien que el Niño Jesús fuera un niño del ámbito común. Roda complementa su testimonio al comentar que, desde 1963, el mural fue cubierto con capas de pañete, siendo que, en la actualidad, aún permanece tapado.
Esta pintura mural fue creada más como una decoración de la superficie arquitectónica que como obra que hacía parte de un proyecto de integración de las artes en sentido estricto. Es decir, donde cada expresión plástica —pintura, escultura y arquitectura— formaba parte integral del conjunto desde su concepción. Sin embargo, la pintura de Roda se incorporó a la arquitectura al tiempo que reforzó el sentido del edificio y permitió apreciar las cualidades arquitectónicas del propio espacio involucrado.