En Domingo Moreno Otero (1882–1948), como sucedía con muchos de los artistas más reconocidos de aquella época, prima la referencia al arte español sobre cualquier otra cosa. Al periodista y poeta colombiano Eduardo Castillo (1889–1938), le reconoce no sólo su calidad frente a las demás experiencias europeas, sino que considera a Madrid como uno de los espacios privilegiados para el arte. Sus preferencias artísticas y los elementos de formación que valida (profesor de ropaje y de colorido) refuerzan su interés por el paisaje y, sobre todo, por el retrato. Trátase de un concepto de retrato que busca “revelar el alma” del representado a través del manejo del color y la línea.
Afirma que una de las virtudes de los artistas españoles en su relación con la naturaleza es su capacidad de “sensibilizarla”; o sea, de “estilizarla”, ya que esta juega como punto de referencia para crear obras bellas. La valoración de lo que llama “clasicismo amplio” español restringe el espacio de las innovaciones vanguardistas y, a lo sumo, se aceptan algunos aspectos del impresionismo como recurso válido para interpretar la naturaleza.
Moreno Otero, el pintor y retratista colombiano, viajó en 1921 a España becado por el Círculo de Bellas Artes y estudió pintura en la Escuela de San Fernando de Madrid, en donde tuvo como profesores a los españoles Manuel Benedito (1875–1963) y Julio Romero de Torres (1) (1874–1930). Allí obtuvo varias veces el premio denominado Matrícula de Honor. Por otra parte, participó en varios Salones Oficiales en Madrid.