Maximiliano Grillo, más conocido como Max Grillo (1868–1949), fue, además de poeta, un crítico de arte colombiano con activa participación en diversas publicaciones del país. Sus comentarios sobre Rómulo Rozo (1899–1964) resultan significativos pues coinciden con el período en que el escultor realizaba sus aproximaciones al mundo precolombino, con trabajos tales como Tequendama y Bochica, dios todopoderoso de los Chibchas (ambas de 1927). Para otros críticos, Rozo era el más exaltado impulsor del indigenismo, al punto que una de sus esculturas, Bachué, terminó denominando a un movimiento literario y artístico surgido en 1930 e, incluso al paso del tiempo, cobró especial incidencia en el mundo cultural colombiano. Una de las reivindicaciones del grupo Bachué era, justamente, impulsar un nacionalismo amplio que reconociera la existencia de aportes a la cultura provenientes no sólo de lo que Europa proponía, sino del conocimiento del propio pasado; esto es, del descubrimiento de la cultura indígena.
Rozo construyó las esculturas mencionadas a partir de lo visto en el Musée Ethnographique du Trocadero (París), mucho más que por el conocimiento de referencias precolombinas. Este hecho es significativo de la idea de indigenismo para valorar el particular contenido que se le daba en el arte colombiano del período. No se puede ignorar que el poco conocimiento de Rozo en torno a las culturas aborígenes era explicable por las escasas investigaciones arqueológicas existentes en territorio colombiano de aquel período.
Llama la atención la reacción de Rozo ante el carácter representativo de la naturaleza. En frontal oposición a la tendencia dominante en las posturas académicas, el escultor reivindicaba el valor de la imaginación del artista. A su juicio, lo representable era lo imaginado, pero no, necesariamente, aquello que veía.