En Colombia, Baldomero Sanín Cano(1861–1957) fue escritor, periodista, ensayista, profesor universitario quien contribuyó —desde el ensayo a la crítica— a introducir en el país el pensamiento de autores modernos. Su comentario sobre una exposición de pintura, en la que los artistas apenas son mencionados, le da pie para realizar una serie de precisiones con las que pone en evidencia las discrepancias existentes, en esa época, para analizar el arte. Mientras un grupo de críticos y artistas seguía mirando a Europa como modelo incuestionable, el autor traía a colación que el presente debía verse como un problema innovador y no “como mero corolario del pasado”.
Sin desconocer que el pasado enseña, concluye que no es el único maestro y rescata la figura de Filippo Tommaso Marinetti (1876–1944), a quien no debe verse como un simple apasionado de la novedad por la novedad misma, sino que a través de sus propuestas llamaba la atención sobre el peligro que involucra el quedar amarrado al pasado. En un medio donde se seguía destacando al artista español del siglo XVIII Diego Velázquez como el incuestionable maestro de maestros, llegando diversos artistas a ver al impresionismo como la única corriente moderna posible de ser aceptada, los comentarios de Sanín Cano acerca de Marinetti y Boccioni resultan sin duda novedosos y desestabilizadores para el conservadurismo del medio. No se trata de aceptar lo que considera exageraciones de los italianos, sino de reconocer que el hecho de apreciar el arte del pasado no garantiza buenos artistas. Es necesario saber ver, pues de lo contrario las obras no logran mostrar al hombre y su paisaje, sino que el artista se ve reducido a la pura pericia técnica.