Cuando se publicó el libro Un lustro visual: Ensayos sobre arte contemporáneo colombiano (1976), Eduardo Serrano Rueda (nac. 1939) se desempeñaba como curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, actividad que desarrolló de 1974 a 1994. El volumen recoge de modo esencial artículos al respecto publicados en catálogos, revistas y periódicos de circulación nacional sobre artistas colombianos y exposiciones. La gran mayoría los escribió mientras dirigía la Galería Belarca (1969–74). En consecuencia, con esta experiencia, Serrano ocupó, en cierta medida, un espacio crítico en publicaciones periódicas tras la partida de Marta Traba (1930–83) de Colombia en 1969. Este libro es fundamental para el estudio histórico y crítico de las artes plásticas en la primera mitad de la década del setenta porque Serrano mantuvo una activa programación de exposiciones —especialmente con artistas jóvenes— en la Galería Belarca y el Museo de Arte Moderno, según lo ilustra esta publicación. El libro (282 páginas) contiene cuatro capítulos: “Exposiciones” (textos de exposiciones individuales de artistas colombianos), “Contexto” (ensayos sobre exposiciones colectivas, eventos artísticos e instituciones), amén de las consabidas “Biografías” (breve reseña de los artistas que nombran el libro) e “Ilustraciones” (ficha técnica de las imágenes en blanco y negro).
En un artículo de prensa que difundió el lanzamiento del libro en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Serrano sugiere que una característica de la crítica de este período es su grado de especialización. Por ejemplo reconoce que el colombiano Germán Rubiano (nac. 1938) y el cubano radicado en Colombia Galaor Carbonell (1938–96) son críticos que “escriben de forma muy seria y con suficiente preparación y conocimiento de causa” (El Tiempo, Bogotá, 25 junio 1976, p. 4B). Asegura en la introducción de Un lustro visual que si el artista define qué es el arte, es deber y ejercicio de la crítica el “identificarlo, describirlo y discutirlo, y ante todo, tratar de comprenderlo”. Esto lo complementa con la idea de que es en la percepción y no en los preconceptos, allí donde el crítico fundamenta sus argumentos.