La revista colombiana Proa, especializada en arquitectura, dedicó un espacio a la crítica de arte desde 1949. Allí se publicó este artículo que presenta a Marco Ospina Restrepo (1912-83) como artista abstracto, en un momento en que las tendencias no figurativas del arte apenas empezaban a aparecer en el arte colombiano. En este sentido, es de interés evaluar cómo el poeta y crítico de arte colombiano, Luis Vidales Jaramillo (1900–90), propone un análisis del problema no en términos meramente estéticos, sino también sociológicos y económicos. Este análisis es significativo en dos dimensiones. Por un lado, cuestiona el papel de la crítica y su actitud negativa frente al arte abstracto; por el otro, permite plantear una reflexión, hasta entonces inédita, sobre lo abstracto en la construcción de lo nacional. En efecto, la abstracción era vista como una importación y un culto a lo foráneo, y por eso era extraño encontrar que el arte colombiano pudiera afirmar su identidad en lo no figurativo. Vidales no sólo propone esta posibilidad, sino incita a Ospina a que explore el paisaje colombiano en términos geométricos. Por último, no deja de ser llamativa la relación que el crítico establece entre la abstracción y la existencia de un arte comprometido bajo los preceptos de la filosofía marxista. Vidales era un comunista convencido y creía que el arte abstracto era una forma de reaccionar contra las creencias individualistas y segregadoras del capitalismo. Esto lo lleva a instar a Ospina a explorar la abstracción en aras de la existencia de un arte de y para la comunidad, alejado de los intereses tanto intelectuales como económicos de las elites y centrado en las necesidades sociales del país.