Este artículo es parte de la “Monografìa del Bachué”, número especial de las Lecturas Dominicales de El Tiempo publicado en Bogotá el 15 de junio de 1930. En la historia del arte colombiano, al hablar de los bachués se está haciendo referencia al arte de principios de la década de los treinta, a pesar de que no haya un grupo definido ni un programa estético concreto en el campo de la plástica que lo delimite. En realidad, el nombre proviene de una escultura de la diosa chibcha Bachué que el artista colombiano Rómulo Rozo (1899–1964) realizó en (1) París en 1925. Esto desató incuestionablemente tendencias nacionalistas y el interés por lo indígena en el arte del país, llevando a que hubiera numerosas manifestaciones nacionalistas conocidas bajo el nombre de Bachué. En artes plásticas, los pintores Bachué más reconocidos son el muralista Pedro Nel Gómez (1899–1984) y los pintores Ignacio Gómez Jaramillo (1910–70) y Luis Alberto Acuña Tapias (1904–84), aunque ellos mismos nunca se asignaron esta denominación.
Caso diferente es el que nos ocupa. En 1930, algunos jóvenes escritores y una artista —Hena Rodríguez Parra (1915–97)—, todos de la capital colombiana, se agruparon bajo la denominación Bachué, publicando esta monografía en el diario más importante del país. Cabe resaltar que esta congregación tuvo un carácter más literario que plástico. Entre ellos se encontraba el escritor colombiano Darío Achury Valenzuela (1906?99), quien firmó este artículo, el primero de la monografía. En él, Achury rescata el tema del nacionalismo, definiendo así los lineamientos generales que seguirá el Bachué en relación con él. En este sentido, este texto enriquece las perspectivas de estudio sobre el arte de esta época en Colombia, pues permite suponer que los bachués no defendieron un nacionalismo a ultranza, sino una versión moderada que propendía tanto por el intercambio con lo extranjero como por la unión americana, antes que por el aislamiento y por el recurso al indigenismo como una garantía de defensa de “lo propio”. El texto, entonces, es una referencia clave en el estudio del debate sobre “lo nacional”, que en América fue recurrente desde las primeras décadas del siglo XX y en Colombia se hizo medular desde los años treinta gracias al surgimiento de inquietudes como las que encarnaron los llamados bachués.