En 1925, el escultor colombiano Rómulo Rozo (1899–1964) talló en París la figura de la diosa Bachué. En la mitología chibcha, Bachué era la madre primigenia de toda la humanidad, diosa nutricia y deidad femenina por excelencia. Dicha talla sirvió de punto de partida a una larga reflexión tanto sobre el nacionalismo como sobre el papel de la figura ancestral indígena seleccionada para el arte colombiano; este movimiento, con el tiempo, fue difundido con el nombre de Bachué. Si bien no existió un grupo delimitado en torno a un programa estético definido, sí es posible identificar aquellos artistas que se preocuparon por el problema de lo nacional en el arte local. Cabe mencionar, entre quienes se destacan, al muralista Pedro Nel Gómez (1899–1984) y los pintores Ignacio Gómez Jaramillo (1910–70) y Luis Alberto Acuña Tapias (1904–84), aunque ellos mismos nunca se hayan asignado tal denominación.
En junio de 1930, un grupo de escritores y artistas menores de treinta años decidió tomar las riendas del movimiento, publicando en las Lecturas Dominicales de El Tiempo la “Monografìa del Bachué”. Se trataba del escritor Darío Achury Valenzuela (1906?99), el cuentista Tulio González (1906?68), el poeta Darío Samper (1909?84), Juan Pablo Varela, el político Rafael Azula Barrera y la artista Hena Rodríguez Parra (1915–97). Este texto, que figura en la primera página de dicha monografía, resume el interés de la época por retornar a las raíces primigenias, procurando, así, rescatar el valor de lo propio en la reflexión literaria y de lo autóctono en la práctica artística. En este sentido, podría considerarse como un manifiesto del movimiento Bachué, pues resume, en pocas líneas, el espíritu intelectual que lo origina. Está firmado por el grupo ("los bachués"), lo cual da fe de una intención colectiva. Cabe resaltar que, en la página ocho de la misma monografía, bajo el título de “Tableros”, se dedica un par de párrafos para presentar los objetivos del grupo, quedando de ese modo completo este particular manifiesto iniciado en la portada. Si bien en la historia colombiana la referencia a los bachués trasciende dicho grupo, el documento posee valor histórico innegable para la reconstrucción del panorama artístico del país en las décadas de los veinte y treinta.