Gerardo Mosquera analiza la pertinencia de la idea sobre el arte latinoamericano, y finalmente toma una firme postura en contra de cómo ha sido entendida hasta ese momento. Comienza describiendo la “neurosis sobre la identidad” de la cultura latinoamericana como el resultado ineludible de su compleja historia de mestizaje cultural y étnico, del colonialismo y de las relaciones antagónicas tanto con Europa como con los Estados Unidos. Mosquera advierte de las “trampas” en las que puede caer el arte latinoamericano con la globalización del arte y la cultura, aún cuando, gracias a la globalización, esté ganando visibilidad ante el gran público y las instituciones establecidas. En ese contexto, el arte latinoamericano que insiste sobre su identidad, como tal, corre el riesgo de, entre otras cosas, 1) convertirse en un “cliché” posmoderno, 2) pasar a verse como un tipo de arte poco original producido en diversos centros occidentales, y 3) caer en el “autoexotismo”. En vez de ello, Mosquera postula que el artista latinoamericano debería considerarse como parte de lo que denomina el “tercer ámbito”; esto es, un lugar donde se acepta la diferencia y el desplazamiento como aspectos inherentes a la globalización. Según Mosquera, los artistas de Latinoamérica se han visto también forzados a producir arte “como reacción”, al tener que responder creando de acuerdo las formas del mainstream, con resultados que al final transforman los mismo marcos referenciales de dichas corrientes dominantes. Como conclusión, Mosquera aboga por un contacto más “horizontal” entre los países latinoamericanos, y califica el arte contemporáneo más relevante de Latinoamérica como aquel que participa en “(…) el desarrollo global de (…) un lenguaje posmoderno internacional, minimalista y conceptual”.