Resulta de especial interés que la obra pictórica del artista colombiano Marco Ospina (1912–83) no aborde a fondo la abstracción, sino que se sitúe en un punto intermediario entre la figuración y la abstracción. Tal vez se deba a que, para el artista, la exploración de referentes puramente plásticos en la pintura, de organización meditada del espacio, de la línea y del color sea ya, desde su posición, un acto mental, reflexivo; acto que deriva en la abstracción. Ospina fue pintor y muralista, pudiendo ser considerado como pionero de la tendencia abstracta en el país. Su defensa de la abstracción la realiza en diversos escritos de prensa y revistas culturales en donde pone énfasis en la idea del valor de la tendencia abstracta por ser, desde su punto de vista, la más pura manifestación del arte contemporáneo. Ante una crítica adversa frente a la abstracción —la cual asocia a la deshumanización del arte—, Ospina subraya su dimensión mental, su referencia al intelecto. Es allí donde encuentra el aspecto más humano de que puedan gozar las sociedades y también el arte. En ese año, Ospina publica Pintura y Realidad (Bogotá: Ediciones Espiral, 1947), libro que retoma los análisis de este artículo, ilustrándolos con obras de diversos períodos de la historia del arte.