José Enrique Rodó resume en este texto su visión del futuro de una civilización latinoamericana basada en la búsqueda del idealismo. Su descripción la organiza en forma de conferencia impartida por un maestro de cierta edad, llamado Próspero, a sus alumnos. Rodó hace que Próspero comience la charla pidiendo a los estudiantes que analicen la belleza y gracia de la estatua de Ariel expuesta en el salón de clases, y contrastando la belleza de Ariel con la barbarie de Calibán. La parte principal del texto está compuesta de varias secciones en las que Próspero comenta los asuntos que los oyentes deben tomar en consideración para tratar de llevar a Latinoamérica a esa nueva época. Próspero habla sobre la educación, y sostiene que el propósito de la educación no es enseñar solamente una vocación, sino que debe preparar a los individuos para que participen en la sociedad de manera justa y noble. Tras advertir de los peligros de educar con miras hacia la especialización, comenta la forma en que la belleza de Atenas era el reflejo de una sociedad en la que se valoraba, especialmente, el equilibrio entre las facultades humanas. Posteriormente, Rodó defiende que el aprender a valorar la belleza debe formar parte de una enseñanza educativa moral y justa, tomando en cuenta que cualidades como la justicia, la nobleza y la moral se derivan de la capacidad del individuo para apreciar la belleza. Próspero continúa la charla contrastando la “vida racional” (la vida basada en la contemplación de la belleza) con el “utilitarismo” (la vida impulsada por los intereses personales). En esta sección, Rodó sostiene que una democracia sin restricciones es perjudicial para el desarrollo de la cultura en cualquier sociedad, puesto que conduce inevitablemente tanto al utilitarismo como a la barbarie. Al narrar la forma en que los muchos analistas de la democracia de finales del siglo XIX han identificado este problema, el orador, dice, no aboga por el completo abandono de la democracia sino, más bien, describe la forma en que deben establecerse las jerarquías en ella. La enseñanza universal, por ejemplo, debería emplearse para que los estudiantes de mayores aptitudes y talentos pudiesen desarrollar su potencial al máximo, en vez de actuar como simple nivelador. La civilización, asegura él, necesita una democracia en la que se cultiva y se reconoce la “supremacía de la inteligencia y la virtud”. Próspero continúa advirtiendo a los alumnos para que no caigan víctimas de la admiración por los Estados Unidos. El problema con los Estados Unidos, dice, es que sus habitantes carecen del espíritu y arte como consecuencia del utilitarismo, que lo domina todo. Imitar a los Estados Unidos, previene, impedirá el desarrollo del carácter y el genio de los latinoamericanos. En manos estadounidenses, el positivismo ha perdido su base espiritual mientras que, en Inglaterra, la aristocracia ha salvaguardado su caída en la vulgaridad. En los Estados Unidos, a su juicio, el arte solamente lo producen rebeldes como [Edgar Allan] Poe (1809-49) y [Ralph Waldo] Emerson (1803-82) porque, en general, su sistema educativo deprecia el valor de la alta cultura, promoviendo a su vez una incuestionable “semi-cultura” mediocre. En vez de mirar a los Estados Unidos como el modelo de civilización ideal, el maestro Próspero insta a los estudiantes a mirar hacia el futuro y a soñar en una América que todavía no se ha materializado. Estos jóvenes estudiantes, prosigue el autor, sentarán las bases de esta futura América que será una sociedad fundada en el “idealismo espiritual” conseguido a través del afán por el arte, la ciencia, la moral, la religión y “las políticas de las ideas”. Por último, Rodó insta a los estudiantes a dejar sus intereses personales de lado por el bien de esta visión, finalizando la conferencia recordándoles que Ariel simboliza la victoria sobre la barbarie.