Un nuevo arte regional
By María José Herrera and Mariana Marchesi
A partir de 1968, el recién creado CAYC (Centro de Arte y Comunicación) apuntó a transformarse en un espacio de referencia a nivel internacional capaz de dialogar, desde la Argentina y América Latina, con las tendencias de la producción contemporánea. Jorge Glusberg, su fundador, se propuso concretar ese objetivo creando un circuito de exhibiciones que renovara el discurso del arte latinoamericano a partir de lo que se interpretó como “arte de sistemas”, una categoría amplia que, entre otras manifestaciones, integraba las nuevas tecnologías, los registros gráficos, fotográficos y de video, el body art, el land art, performance o el arte conceptual en sus distintas vertientes.
A diferencia del modo en que se había pensado el proyecto internacionalista del arte argentino en los años sesenta, el modelo que planteó el CAYC partía de un “regionalismo ideológico” cuya poética debía incluir un territorio ampliado más allá de Latinoamérica, el cual contemplara los países en situación de subdesarrollo, así como a quienes se identificaran políticamente con ellos. Lejos de las categorías folclóricas con las que se construía el imaginario de Latinoamérica, el “regionalismo” se redefinía a partir de las poéticas experimentales que emergieron por aquellos años, “(…) con un lenguaje internacional [para] esbozar las realidades propias de los países del tercer mundo”. [1] Desde esta perspectiva, el contenido temático era la especificidad del regionalismo propuesto.
Con esa idea en mente, el CAYC perfeccionó un circuito de producción y difusión del programa regional a través de la circulación continental y transatlántica de exposiciones, actividades interdisciplinares y foros de discusión; la promoción de iniciativas por medio de las gacetillas (conocidas como “GT” o “páginas amarillas”) y la creación de la cooperativa Ediciones del Tercer Mundo, espacio desde donde imprimir publicaciones y producir material audiovisual. Asimismo, a partir de 1973, en el contexto altamente politizado de la región, la EAE (Escuela de Altos Estudios) proveyó una plataforma de formación e intercambio disciplinar donde intelectuales ideológicamente afines difundieron sus teorías.
Los conflictos sociales —tanto argentino como latinoamericano— se plasmaron en varias propuestas que dieron una orientación política al llamado “arte de sistemas”. Así, desde 1972, el CAYC comenzó a generar instancias de difusión orientadas, cada vez más, en esa línea.
La exposición itinerante Hacia un perfil del arte latinoamericano, presentada por primera vez en mayo de 1972 durante la III Bienal Coltejer en Medellín, Colombia, es emblemática de ese proceso. Allí, el “arte de sistemas” se redefinía programáticamente desde una perspectiva regionalista. Su rasgo distintivo era la existencia de una problemática común a los países latinoamericanos: la dependencia y el subdesarrollo. En este sentido, las obras tenían un contenido político explícito, y se pensaban como modelos con los que trazar estrategias para el cambio social. Esta estética “subdesarrollada”, “pobre”, guardaba coherencia con las posibilidades materiales de los países tercermundistas, impedidos de competir con los recursos tecnológicos del mundo desarrollado. Esta perspectiva se vio reflejada en el novedoso modo de exhibición de bajo costo, ya que todas las obras de Hacia un perfil... eran estampas —heliografías—, fáciles de reproducir, trasladar y montar en cada sede. Su formato estandarizado permitía, además, igualar las condiciones de producción y de exhibición para cada artista.
Para comunicar el concepto de la muestra, Glusberg imprimió en una de las heliografías de la muestra un extracto de la presentación que, más tarde, se publicó en el catálogo:
No existe un arte de los países latinoamericanos, pero sí una problemática propia, consecuente con su situación revolucionaria. Mi idea para esta exhibición ha surgido como respuesta a los sentimientos y los deseos de independencia y liberación que sienten los artistas argentinos…. Los conflictos generados por las injustas relaciones sociales que priman en los pueblos latinoamericanos no pueden dejar de aparecer esta faceta de la vida cultural…. Nuestros artistas tomaron conciencia de los requerimientos de sus realidades nacionales y se plantearon respuestas regionales, consecuentes con el cambio de todas las áreas de la vida humana que se proponen los subprivilegiados de hoy, que pensamos que son los potencialmente privilegiados de mañana. [2]
La publicación especialmente proyectada para esta propuesta incluía dos textos: “Presentación de la muestra” y “Arte e ideología”, título que evidenciaba los principios que debían guiar la nueva estética. En ese escrito se planteaba, por primera vez, el uso abiertamente político del término sistema. Con un enfoque althusseriano, se apelaba a la “condición ideológica de la sociedad” y se expresaba el rechazo de la dependencia cultural. Además, se sostenía la necesidad de definir “estructuras” o “modelos de producción”, con un valor de denuncia directa, en respuesta a la situación del continente, “… generando una red de comunicación efectiva en el proceso de concientización” entre artistas de distintos países. [3]
En la Bienal de Medellín hizo su primera presentación pública el Grupo de los Trece, propulsado por el CAYC para fundar “una nueva vanguardia argentina” capaz de proyectarse desde la región hacia el centro. Por otro lado, al grupo se asociaron invitados de distintos países, ya que en el espíritu de aquella muestra subyacía la intención de formar una red de artistas. Esa red se desplegó hacia Asia, Europa y América, creando así una constelación que incluía tanto prominentes figuras y grandes instituciones privadas y oficiales como espacios autogestionados por artistas en pequeñas comunidades. De la propuesta participaron los argentinos Elda Cerrato, Lea Lublin, Marie Orensanz, Alejandro Puente, Osvaldo Romberg y Jaime Davidovich; los estadounidenses Dick Higgins y Guerrilla Art Action Group; los colombianos Bernardo Salcedo y Antonio Caro; los chilenos Guillermo Deisler y Juan Downey; el peruano Rafael Hastings; el alemán Horst Tress; el francés Marcel Alocco; la húngara Agnes Denes; el polaco Klaus Groh, y el checo Jiri Valoch, entre otros artistas.
La aislada Europa del Este fue una socia estratégica, crucial, desde los primeros años del CAYC. Glusberg entabló vínculos con artistas, críticos y gestores de esa región, como el dramaturgo polaco Jerzy Grotowski, figura central para el origen del Grupo de los Trece, o los colectivos experimentales polacos, húngaros y checoslovacos con quienes diversos artistas latinoamericanos estrecharon lazos a través del Centro.
A partir de 1974, otras muestras y encuentros se sumaron para dar impulso a la estrategia de promoción institucional. La exhibición Arte de sistemas en Latinoamérica circuló por Europa entre 1974 y 1976, y los Encuentros abiertos del video se desarrollaron en distintas ciudades de Asia, América y Europa, entre 1974 y 1979. Todas estas iniciativas funcionaron como espacios de intercambio, apertura y promoción en un período de extrema inestabilidad política y aislamiento cultural en Latinoamérica.
NOTAS
1. Jorge Glusberg, “Introducción a Arte de Sistemas en Latinoamérica”, en Art Systems in Latin America, ICA-CAYC, Londres-Buenos Aires, 1974, s/p.
2. Jorge Glusberg, “Presentación de la muestra”, en Hacia un perfil del arte latinoamericano, Encuentro Internacional de Arte de Pamplona (Pamplona y Buenos Aires, 1972), s/p. Si bien la primera presentación de la exposición fue en la Bienal de Coltejer, en mayo de 1972, el catálogo de la muestra fue editado al mes siguiente para el Encuentro Internacional de Arte de Pamplona.
3. Jorge Glusberg, “Arte e ideología”, en Hacia un perfil …, s/p.