Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Las exposiciones hicieron visibles esos intercambios, en los que la presentación de panoramas de tendencias o artistas individuales era una oportunidad para conocer las novedades del arte contemporáneo internacional; o bien de dar a conocer artistas argentinos y latinoamericanos en la escena mundial.
El inicio de la década de setenta marca un escenario de creciente conflictividad, fuertemente interpelado por el imperativo revolucionario. En este contexto, las discusiones acerca de la función del arte y del artista se vuelven cada vez más impregnadas de urgencia en la medida en que la radicalización política se acrecienta y la violencia se generaliza en territorio argentino, en particular, y en la región como un todo.
Después de la participación de Horacio Zabala (n. 1943) en las muestras colectivas Hacia un perfil del arte latinoamericano (1972) y CAYC al Aire Libre. Arte e Ideología (1972), en este documento se anuncia la apertura de su individual Anteproyectos, donde expone ya como integrante del Grupo de los Trece. La exposición reunió una serie de trabajos que reflexionaban sobre la relación del espacio con la libertad o su contraparte, el encarcelamiento. Junto a los planos de distintas propuestas carcelarias y los mapas de Latinoamérica, se sumaba la instalación Espacio represivo. Zabala señala al arte —al sistema del arte en sí— como una cárcel, aunque tal afirmación no supone el abandono de la institución artística, sino la persistencia de un trabajo crítico en torno a ella. En sus propuestas, la cárcel responde así a dos problemáticas diferentes: ya sea el lugar aislado donde el artista puede crear (como el asceta o el ermitaño), o bien el espacio donde la sociedad lo confina por su rebeldía anti sistema.
Inaugurada semanas antes de la asunción de Héctor J. Cámpora a la Presidencia de la República Argentina —cerrando así un ciclo de siete años de dictadura militar (Onganía-Levingston-Lanusse) y dieciocho de proscripción del peronismo—, los temas de “arte” y “cárcel” reflejaban la antítesis de un momento político signado por la censura, el autoritarismo y la falta de libertad.
Esta primera muestra en el CAYC es considerada por Zabala mismo como la definición de un “programa de trabajo” que refleja el entorno contemporáneo y se proyecta hasta la actualidad. En el catálogo estipula que hará un “Anteproyecto para el diseño de un viaje / idear la deformación del territorio argentino/ la construcción de una villa miseria / la alteración de un ajedrez / una arquitectura carcelaria / un monumento lúdico e ideológico / el diseño de basura / un acto de libertad (…) el diseño de una olla popular / la destrucción de un vegetal, de un animal y de un mineral.” (CAYC, Anteproyectos, 1973) Este último, es un mensaje eminentemente ecológico, en el momento en que se plantea (desde 1972) la formalización de las asociaciones ecologistas internacionales, incluida la de Argentina.