Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Las exposiciones hicieron visibles esos intercambios, en los que la presentación de panoramas de tendencias o artistas individuales era una oportunidad para conocer las novedades del arte contemporáneo internacional; o bien de dar a conocer artistas argentinos y latinoamericanos en la escena mundial.
En ese contexto el contacto con argentinos que se desempeñaban en instituciones del exterior era de fundamental interés. Susana Torre trabajó en el departamento de Diseño de Arquitectura del MoMA neoyorquino cuyo curador era otro argentino, el arquitecto Emilio Ambasz. Por otra parte, pero bajo este mismo espíritu de intercambio continental, la presentación de filmes formaba parte integral de la programación de exposiciones del CAYC, siguiendo una línea afín con el propósito de posicionarse como espacio para la experimentación; particularmente, aquella que operaba en la convergencia entre arte, tecnología y medios de comunicación. Así, los “filmes de artistas” se mostraban ostensiblemente diferentes del lenguaje del cine comercial. En este sentido, el CAYC operó como un continuador del ITDT (Instituto Torcuato Di Tella) en Buenos Aires, como impulsor de aquella vanguardia que encabezaba lógicas mediales de comunicación masiva, además de alentar cruces insospechados entre disciplinas. Sin embargo, la propuesta de Glusberg iba un paso más allá de la del ITDT, en tanto apuntó a generar un nodo de colaboración entre artistas y especialistas de distintos campos científicos cuyo objetivo último fue que estos esfuerzos pudieran generar aportes a nivel social.